Cuando los “moralmente derrotados” colapsan a un país

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Mónica Calles Miramontes

Cuando los “moralmente derrotados” colapsan a un país

La paradoja del discurso oficialista es absurda; pasaron años repitiendo que “la oposición está moralmente derrotada”, festejando la “predicción” de su próxima extinción. Sin embargo, de unas semanas para acá el oficialismo sugiere que los “moralmente derrotados” tienen la fuerza para colapsar a un país y hacer temblar al gobierno.

Cada voz crítica, cada protesta, cada movimiento social, cada expresión de hartazgo es catalogada por el gobierno como obra del “PRIAN”, de los “conservadores” o de la “derecha”; según ellos, la manifestación del 15 de noviembre en varias partes del país ─la mayor movilización ciudadana, que en décadas no se veía─ se ha orquestado por “adversarios”. Un complot, como le llamaban antes.

La duda que surge es, si la oposición lleva años debilitada y carece de poder de convocatoria, ¿cómo es que en un parpadeo lograron la aprobación ciudadana, el poder logístico y financiero para movilizar a la sociedad y exhibir a un gobierno fracturado?

La respuesta es obvia: no lo hacen. Lo que opera es la típica estrategia de minimización, una táctica del oficialismo que busca desviar la atención del problema, atacar al mensajero y deslegitimar las genuinas exigencias sociales. La auténtica oposición de no es partidista; es ciudadana. Esa sí ha hecho temblar y preocupar al oficialismo.

Entonces, ¿por qué la incongruencia del discurso oficialista? Encuentro dos razones fundamentales:

La primera, buscan la confusión de la sociedad, exhibiendo como enemigo del Estado a todo aquel que se atreva a alzar la voz y luchar por sus derechos, para atemorizar e inhibir que otros sectores se sumen.

La segunda razón, es quizá la más alarmante, el gobierno no es capaz de reconocer los legítimos reclamos sociales, ofreciendo dialogo y soluciones, porque materialmente ya no son capaces de dar soluciones a los grandes problemas del país, a los que ellos nos llevaron.

Pongamos un ejemplo que quizá sea el más común para cualquier persona. Nadie puede desconocer que el sistema de salud está colapsado, no hay médicos suficientes, no hay equipos, ni medicinas. ¿En verdad suena verosímil que médicos y enfermos prefieran salir a protestar por medicinas solo porque le siguen un juego a la “oposición”?

Creo que cualquier ciudadano común puede observar lo absurdo de esto; pues aun si algún partido acompañara la causa de protesta, la realidad está ahí: el sistema de salud nunca había estado peor que ahora y el gobierno tendría que ofrecer soluciones reales, ya no es tiempo de excusas ni promesas.

No obstante, en lugar de ello, el gobierno expone a quienes lo cuestionan, desde el poder ataca a ciudadanos. Pero, en realidad, importa poco si a una protesta se unen azules o el tricolor, su deber es brindar solución.

¿Por qué el gobierno opta por el engaño, pretendiendo deslegitimar los reclamos? Es simple, ha cometido tantos errores de administración y corrupción que hoy ya no tiene la capacidad de atender los legítimos reclamos.

Lo mismo ocurre con transportistas que exigen seguridad o campesinos que piden lo justo para sus cosechas; o bien, jóvenes de Tabasco que queman vehículos por falta de pago de sus “becas”. Ya hasta los beneficiarios de programas sociales empiezan a ver las mentiras que hay detrás del discurso oficialista.

El gobierno, endeudado como nunca, ya no puede atender sus demandas; en su caso, tendría que hacer ajustes a sus programas sociales clientelares en vísperas del año electoral, pero no está dispuesto a dejar de comprar votos.

El oficialismo puede seguir señalando a los “moralmente derrotados” como responsables de cada manifestación de hartazgo. Puede seguir acusándolos de complot, de sabotaje o de ser enemigos del Estado. Sin embargo, el único colapso que es palpable y real es el de su credibilidad. Hoy México es un campo minado.

Al negar la voz a los enfermos, médicos, transportistas, campesinos, jóvenes, estudiantes, indígenas, familiares de desaparecidos, por señalar algunos, el gobierno no derrota a la oposición política, sino que declara la guerra a la ciudadanía, abandona al pueblo y declara la guerra a la realidad. Sin embargo, la realidad, como se está demostrando, no votará por un partido que cuando llegó al poder, los traicionó.

Las urnas hablarán en 2027 y, sin duda, el gobierno está preocupado no por una oposición “moralmente derrotada”, sino por una ciudadanía moralmente desesperada.