EL SILENCIO: UNA COMPLICIDAD INVISIBLE QUE CONSTRUYE IMPUNIDAD
TEMAS SOCIALES
Iris Adriana Vitales Mota


EL SILENCIO: UNA COMPLICIDAD INVISIBLE QUE CONSTRUYE IMPUNIDAD
Hoy voy a dirigirme a quienes solo observan, quienes apagan su voz y son testigos mudos ante la injusticia. Los ciudadanos que no denuncian levantando su voz, los que no participan, ni tampoco exigen provocan que el sistema de gobierno asuma que puede operar sin frenos, debilitando los mecanismos de rendición de cuentas.
Permanecer en silencio ante los abusos del poder, ante la violencia que se ejecuta, no es solo una omisión significativa, es una complicidad que permite que el daño continue y sea cada vez más grave, que las víctimas queden sin voz, ante la ausencia e indiferencia tanto de las estructuras gubernamentales que deberían garantizar la justicia como de la población que no se atreve a levantar su voz.
Porque la violencia, sin denuncia, se normaliza. Porque el miedo, sin acción, se convierte en costumbre. Hablar no siempre es cómodo, pero callar tiene consecuencias mucho más graves. El silencio colectivo ha permitido que los abusos se multipliquen. Por eso es urgente cambiar el rumbo: pasar del lamento a la exigencia, del miedo a la participación.
La raíz de esta tragedia no solo está en los que matan, roban o abusan del poder, también está en los que callan. Esto solo beneficia a personas sin valores y sin escrúpulos para que logren sus objetivos sin oposición y sin freno ya que necesitan de ese silencio que logra que permanezca la impunidad mientras se destruyen para esta generación y la que está por venir, los valores por el respeto a la dignidad y la vida humana.
Cada vez que alguien dice “no tiene caso denunciar”, cada vez que alguien piensa “eso no me afecta a mí”, el poder corrupto y la violencia ganan terreno. El silencio ciudadano se transforma en terreno fértil para que los abusos crezcan sin resistencia. Callar no nos mantiene a salvo nos vuelve más vulnerables.
El silencio es un espacio fértil para la impunidad en un país donde, nueve de cada diez homicidios no son castigados de acuerdo con informes de derechos humanos, la factura de callar es otorgar impunidad a cada hecho de violencia e injusticia en nuestro país.
El costo de esa indiferencia se mide en desaparecidos, en fosas clandestinas, en madres que buscan a sus hijos, en periodistas y políticos asesinados por contar la verdad. Pero también se mide en pequeñas derrotas cotidianas: en la normalización del miedo, en la desconfianza entre vecinos, en la idea de que “así ha sido siempre y así seguirá siendo”.
Transformemos la normalización del abuso en exigencia de cambio.
Porque cada voz que se apaga le resta fuerza a la exigencia de cambio; cada historia no contada, cada injusticia no denunciada y guardada, es una factura que se traduce en la falta de seguridad pública y la incertidumbre social.
No solo importa lo que está sucediendo desde la constante violencia, los crímenes, hasta la impunidad, sino lo que NO se está haciendo: no se están atendiendo esos miles de hechos que violentan los derechos y las libertades de los mexicanos con la urgencia que merecen; no se están rompiendo los ciclos del abuso de poder; no se están protegiendo las voces que reclaman justicia; no se está logrando una rendición de cuentas por parte del poder que realmente represente un cambio.
No es exagerado decir que vivimos un momento decisivo ante el abuso de poder, la violencia y la impunidad que ya son parte de la cotidianidad de muchos. También es cierto que ese estado de cosas no está escrito en piedra. Puede cambiar y depende de nosotros lograr ese cambio.
No importa si eres joven o mayor, si estás en la ciudad o en una zona rural, si crees que tu acción es pequeña: tu voz también cuenta. Si un millón alza la voz, se convierte en un grito que no pueden ignorar. Si una comunidad rechaza el silencio y exige justicia, construye un poder ciudadano. Si tú decides no quedarte callado frente al abuso del poder, aportas a que la impunidad tenga menos espacio para operar.
Es así que también ante el silencio de muchos se va materializando una reforma electoral que algunos podemos advertir claramente el impacto de los daños. Con esta reforma se pretende blindar al gobierno para perpetuarse en el poder. Acabar con la posibilidad de lograr mediante la democracia los cambios estructurales. Esta reforma puede revertirse si todos nos sumamos y nos unimos a este cambio porque implica que al cerrar toda posibilidad de recursos legales solo nos quedará salir a las calles para evitar el secuestro de esta nación.
Existe una fuerza y un impacto en esa exigencia al cambio un camino que alimenta la posibilidad de redireccionar el rumbo que está tomando este país. Una puesta en marcha para que se transforme en un reclamo o voz colectiva que transcienda esta lamentable realidad que lastima a México.
En México, no solo duele lo que sucede, sino lo que no se está haciendo. No se están denunciando los crímenes con la fuerza necesaria. No se está vigilando al poder con la constancia que la democracia exige. No se están defendiendo con suficiente vehemencia las libertades de expresión, de prensa, de protesta. No se está educando en ciudadanía ni en la empatía.
Lo que callamos, lo que evitamos mirar, lo que preferimos ignorar, se convierte en parte del problema. En un país donde el miedo y la desconfianza se han vuelto costumbre, el silencio no protege: el silencio destruye.
Por eso, al cerrar esta reflexión, te hago un llamado. No te quedes callado. participa, haz que tu voz cuente. Porque cada historia que se cuenta, cada denuncia ante la injusticia y cada ciudadano que exige rendición de cuentas genera un impacto y un poder. Y cuando muchas de esas voces se unen, el cambio deja de ser una promesa para convertirse en un camino hacia una realidad que es preferible construir hoy que lamentar mañana.
¡México no necesita más silencio! Necesita valentía. Necesita conciencia. Necesita que cada ciudadano entienda que su voz es parte del todo. Porque el silencio no nos salva: nos condena. Hablar, exigir, participar esa es la forma de romper el ciclo de desesperanza. No es una opción quedarse callado cuando el país se hunde cada vez más rápido. ¡QUEDARSE CALLADO NO ES NEUTRALIDAD, ES RENDICIÓN!
